La pandemia está desenfrenada, el Ártico se está calentando y los microplásticos están lloviendo en cada rincón de la Tierra. ¿Qué más podía pasar? Cuando miré por la ventana de mi habitación el martes por la mañana, el cielo estaba lleno de polvo, con un color gris impenetrable. Era casi imposible ver el Ávila desde la casa. Una nube de polvo proveniente del Sahara, sofocaba a Venezuela en una densa neblina.
Cada año, en promedio, unos 800 millones de toneladas de polvo salen del Sahara, siendo suficiente para llenar 3 millones de camiones volteo. Estas nubes de polvo constituyen una de las mayores migraciones anuales en nuestro planeta, no de especies animales, sino de minerales. Comienza en el Sahara, donde el fuerte viento levanta enormes columnas de polvo del desierto a miles de metros sobre la superficie de la Tierra. Allí, con hebras de color pardo de miles de kilómetros de largo, el polvo toma “una colita” con los vientos alisios que viajan hacia el oeste, a través del Océano Atlántico y el Mar Caribe.
Las nubes de polvo del Sahara hacen este viaje transcontinental a menudo, y en el camino, el polvo cae y se deposita en el océano, en las selvas tropicales y, ocasionalmente, en los parabrisas de nuestros carros. Pero el enorme penacho que actualmente cruza el cielo, sobre el Caribe y nuestro país, es inusual para una nube de polvo sahariana, tanto en volumen como en densidad. ¡Es mucha arena! Una cantidad histórica, dicen los expertos. En términos de concentración, densidad y tamaño, es la mayor cantidad de polvo que hayamos visto en 50 o 60 años. El astronauta Doug Hurley, quien está a bordo de la Estación Espacial Internacional, tomó una dramática foto el domingo que muestra la inmensidad de la columna sobre el Océano Atlántico.
Sahara, fenómeno en estudio
Por el momento, no está claro si este evento en particular es una anomalía meteorológica o si podría ser producto del calentamiento global. Pero es una pregunta que vale la pena analizar. Los estudios de modelado han producido resultados mixtos, algunos indican que podrían volverse más intensos y otros sugieren lo contrario. Unos estudios han sugerido que los eventos de polvo del Sahara pueden disminuir en el futuro como resultado de factores completamente diferentes. Un estudio de 2016 publicado en Nature, por ejemplo, sugirió que el cambio en los patrones del viento puede disminuir el transporte de polvo fuera de África. La investigación también ha relacionado las columnas de polvo del Sahara con varias otras variables climáticas naturales, como los eventos de El Niño.
Sin embargo, los humanos no prosperamos con enormes columnas de polvo. Para cualquiera que viva en su camino directo, la nube de polvo representa un peligro significativo para la salud. En cierto sentido, nunca ha habido un mejor momento para pedirle a la gente que use un tapaboca: todos tenemos uno. Pero nunca hubo un peor momento para estar rodeado de una dispersión de contaminación por partículas, que podría desencadenar nuevas afecciones respiratorias preexistentes. Según un estudio reciente, las personas que viven en áreas con altos niveles de contaminación del aire tienen más probabilidades de agravarse con el COVID-19.
Las criaturas marinas del Caribe también requieren de los preciosos minerales del polvo del Sahara, para bien o para mal. Un estudio de 2001 en Limnology and Oceanography sugirió que los aportes del polvo del Sahara rico en hierro, se convierten en un banquete para las mareas rojas, las floraciones de algas que se extienden en el océano como una tintura, agotando el oxígeno y liberando toxinas. Las nubes de polvo también pueden albergar polizones no deseados. Estas nubes transportan una comunidad diversa de microorganismos, algunos de los cuales tienen el potencial de ser patógenos de plantas o humanos. Los científicos sugieren que las tormentas de polvo pueden transportar esporas de hongos o bacterias que propagan enfermedades en los corales y estimulan la proliferación de algas.
Los efectos en la naturaleza
A primera vista, una migración de polvo pardo, incluso uno que danza a través de continentes y océanos, puede parecer poco inspirador en comparación con, por ejemplo, las murmuraciones de las mariposas monarca o una asustada manada de chigüires en Apure. La nube de polvo sahariana es una cinta ondulante de minerales que también dan vida, con elementos como el hierro y el fósforo, que fertilizan los oasis más biodiversos del planeta, incluida la exuberante colección de especies que es la selva amazónica.
El fósforo, un nutriente vital para el crecimiento de las plantas, drena rápidamente en el suelo amazónico después de la lluvia o las inundaciones, dispersándose en los ríos, y en el Amazonas, se tiene una lluvia abundante. Afortunadamente, la ganancia inesperada de polvo sahariano entrega suficiente fósforo para reemplazar los minerales lixiviados por la lluvia, según un estudio publicado en la revista Geophysical Research Letters en 2015.
El polvo también puede ser responsable de fenómenos oceánicos más atractivos. Algunos científicos teorizan que millones de años de esta aspersión estacional de polvo sahariano, alimentaron a la cornucopia de corales que incrustan Los Roques, que están rodeadas de aguas que carecen de muchos de los nutrientes necesarios para crear tal oasis. Como cualquier tipo de polvo, es una “bolsita surtida”.
Es así que las grandes tormentas de polvo pardo tienen un lado positivo. Aunque las nubes saharianas pueden parecer desastrosas, suprimen los huracanes de varias maneras (Journal of Climate, 2018). Las tormentas secas y polvorientas absorben el aire húmedo y pueden despedazar a los pequeños huracanes antes de que crezcan. Las tormentas de polvo también pueden pintar las puestas de sol con rayas de color rojizo, dándonos esos tonos más intensos y duraderos que encontramos hermosos.
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