La ciencia en el mundo en desarrollo difiere de la del mundo industrializado de tres maneras principales: los presupuestos son mucho más pequeños, las agendas de investigación son diferentes porque los problemas socioeconómicos y biofísicos a resolver son distintos y menores niveles de entendimiento público sobre la ciencia. La brecha de conocimiento Norte – Sur es vista por algunos como el aspecto social y económico más apremiante para la ciencia moderna.
Muchos países en desarrollo cuentan con científicos bien calificados, pero a menudo son pocos, carecen de los recursos y del apoyo político necesario para resolver problemas complejos o para aplicar los conocimientos a cuestiones nacionales. En Venezuela, donde la agricultura no es una parte importante de la economía nacional, el trabajo científico relacionado con la producción de alimentos y la seguridad alimentaria se ve complicado por una red de problemas sociales como la pobreza rural, la inseguridad, la segregación social contra los campesinos, los débiles servicios de transporte y comercialización y la falta de acceso de los agricultores al crédito.
También en el área de la salud los problemas de los países en desarrollo son muy diferentes a los existentes en los países desarrollados. La enfermedad de Chagas, el dengue y la esquistosomiasis, por ejemplo, son endémicas en muchos países en desarrollo, pero reciben muy poca atención por parte de los científicos y las empresas farmacéuticas de los países industrializados.
Si bien hay una serie de programas de cooperación Norte – Sur que apoyan a la ciencia en los países en desarrollo y mejoran la transferencia tecnológica, es necesario hacer mucho más. La gestión del agua, la investigación sobre enfermedades tropicales y la tecnología de eficiencia energética se identificaron como áreas donde los actuales programas de cooperación son débiles, pero en los que los países industrializados pueden prestar valiosa asistencia a los países en desarrollo.
En el caso de la investigación mundial sobre problemas de gran escala como el cambio climático, la mayoría de los países en desarrollo no pueden contribuir puesto que requieren instalaciones y equipos de investigación sofisticados. Sin embargo, existen otras formas efectivas pero baratas de participación, como el monitoreo regional y la realización de estudios sobre las condiciones y efectos locales. Se necesitan medidas para implicar sistemáticamente a todos los países en la investigación sobre el cambio climático.
El conocimiento científico de las condiciones y los efectos locales de los países en desarrollo debe ser aprovechado en el esfuerzo mundial para comprender, predecir y adaptarse al cambio climático. La creciente comprensión de los cambios climáticos, hídricos y del suelo deben ser incorporados en los programas de asistencia internacional, intensificando los esfuerzos para dar a los países en desarrollo un mejor acceso a los conocimientos científicos, la información y la tecnología, especialmente en las esferas de la asistencia en casos de desastres naturales, salud, energía y gestión del agua.
Otro síntoma de la brecha científica Norte – Sur es la distribución no equitativa de los beneficios generados por las nuevas tecnologías y los productos basados en recursos fitogenéticos obtenidos de los países en desarrollo. Las naciones y las comunidades deberían recibir una compensación equitativa por su contribución de recursos fitogenéticos que conducen a tecnologías comercialmente rentables.