El petróleo, salve el petróleo

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El mayor crimen cometido por este Gobierno lo constituye, sin dudas, el deterioro de Pdvsa hasta llevarla a su mínima expresión. Con ello, la producción de petróleo ha caído al punto de que ya apenas alcanza a poco más del millón de barriles al día, buena parte del cual se destina al pago de deuda a chinos y rusos.

Esto es inexplicable para muchos. ¿Cuál es la razón por la que casi matan la gallina de los huevos de oro? Es realmente criminal y absurdo lo que han hecho. Pudieron seguir robando, pero no llevar la producción al nivel actual que representa la tercera parte de la producción promedio de una década atrás. Pero la explicación la encontramos principalmente en el hecho de que a la rapacidad chavista se le unió la irresponsabilidad e indolencia en el manejo de los recursos públicos.

De allí la tragedia creada. Por lo que resulta bochornoso ver cómo los chavistas, además de ostentar la prepotencia del mediocre en el poder, también lo hacen de las riquezas malhabidas. Así, mientras la inmensa mayoría de venezolanos apenas come, luce la misma ropa raída de años atrás, no cuenta para recreación, sufre en el transporte colectivo, entre otros dramas, los chavistas y sus cómplices y ayudantes, viven en la opulencia.

Y es que el chavismo derivó en esa práctica sustentada en una suerte de ética según la cual los dineros públicos deben servir para el que se haga de él, de cualquier manera. El erario público y la riqueza estatal es para usufructuarla de manera descarada. De eso no escapó la riqueza petrolera. Por lo que llevaron la principal fuente de riquezas y de divisas a su mínima expresión, hasta casi quebrarla.

Aunque es justo señalar que no solamente fue la corrupción lo que condujo a la destrucción. Se le une la ineficacia. Y es que no fue fácil la cosa para levar la industria al deterioro alcanzado. Se unen también los efectos de la crisis general del país. El deterioro de la industria petrolera alimenta la crisis y la crisis alimenta la propia de la industria. Han sido muchos quienes han renunciado a la industria por los bajos salarios. De allí la pérdida de capacidad productiva. Más cuando se trata de profesionales de alta calificación que garantizaban elevados niveles de producción por la atención de áreas sensibles del proceso. Pesa también la negociación de maquinarias, partes y repuestos de calificación indebida. Incide en esto la parcial reconversión de la estructura y la planta tecnológica por parte de los chinos. Se adquieren en el país asiático, por ejemplo, taladros que no guardaban las especificaciones debidas para la perforación. Se conjugan pues varios aspectos a la corrupción para terminar de deteriorar el proceso y con ello la caída de la producción.

Acerca de la recuperación petrolera

La salida que plantean algunos ante la crisis petrolera, es la privatización. Como si el carácter estatal de la empresa fuese el origen del grave problema. Aprovechan liberales de postín para arreciar en su ofensiva ideológica. Los no tan liberales también propagan la idea, aunque un tanto más eufemísticamente. Entregarla al capital de las potencias imperialistas es la salida, según esta gente, como si esos capitales pararan un poquito a nuestras necesidades y aspiraciones. Aunque es justo reconocer que ciertamente la entrega puede conducir al reflote de la empresa y la producción, pero a costa de una mayor pérdida de soberanía.

Así, buscan salidas que parezcan «nacionales», pero que en realidad se apuntan en la desnacionalización. Una de las fórmulas es la modificación de la Ley Orgánica de hidrocarburos. Como si ese instrumento jurídico no fuese suficiente para privatizar parcialmente la industria. Pero les pesa lo del 51% para el Estado, para la empresa. Además, ya los chavistas se les adelantaron con el decreto de Maduro de abril del año aun no concluido. Ciertamente puede haber más todavía en la materia para desnacionalizar y privatizar.

El jueves 12 de abril en la Gaceta Oficial de la República Bolivariana de Venezuela N° 41.376, se crea “un régimen especial y transitorio” para la gestión operativa y administrativa de la industria petrolera, que le transfiere al ministro para el petróleo la responsabilidad de esas actividades. Así, el Gobierno inicia la intervención de la industria petrolera, al otorgar amplios poderes al ministro Quevedo para que en 1 o 2 años reestructure Pdvsa y sus filiales, quien con las facultades de un zar “podrá crear, suprimir o modificar” las mismas, rediseñar sus normativas y estatutos sociales, incluyendo su composición accionaria y por si fuera poco, tendrá las “manos libres” para contratar sin licitación las adquisiciones, obras y servicio.

Pavel Kamenets, representante de la rusa Rosneft, afirma que “…con este decreto se avanzará de manera positiva en el área petrolera… En conjunto con Pdvsa, vamos a implementar las medidas e incrementar la producción”. Igual satisfacción manifestaron los representantes de empresas socias de Pdvsa como la francesa Total, la noruega Statoil, la estadounidense Chevron y la china CNPC.

No olvidan estos apologetas de la inversión extranjera como panacea para atender la crisis venezolana, aquello de Smith y Ricardo acerca de la división internacional del trabajo. Principio que ciertamente rige las economías de los países dependientes y semicoloniales. Tendencia que alcanza un elevado nivel de realización en la historia venezolana ya en una nueva fase en la cual se incorpora a la economía extractiva la minería del oro y coltán, entre otros rubros.

Esto es, aprovechan el nicho que representa Venezuela para la extracción de materias primas fundamentales de la economía moderna en el marco de las disputas interimperialistas. Pero nada dicen de la soberanía basada en la diversificación del aparato productivo. Plantean como salida la elevación al máximo de la producción petrolera, sacrificando precios, en general algo necesario para salir de la crisis, pero sin una política que conduzca a la diversificación del aparato productivo.

Acerca de la complejidad de la cuestión petrolera

De otra parte, bajo el manto de ungido por mano divina, el experto petrolero, sea economista o no, se afirma que el asunto petrolero es de una gran complejidad, por lo que debemos recurrir a los que de eso saben. Quienes, si no los grandes capitales. El Estado debe dedicarse a los asuntos que le son propios, como administrar la mengua.

Ciertamente se trata de un aspecto de la economía de gran significación. Sobre todo para Venezuela esto es así. Pero no porque sea un asunto complejo, sino porque es esencial para la economía. Su naturaleza es la misma a la de cualquier materia prima. Las especificidades de su naturaleza estratégica y de su vinculación a una vasta industria, le brindan un carácter concreto a ser atendido de manera rigurosa.

Se trata de la fuente de energía que se corresponde con la segunda fase de la revolución científico tecnológica. No solamente alimenta la máquina y la fábrica, sino también los bienes finales que distinguen una época; los automotores. Pero resume, el petróleo, elementos esenciales de toda mercancía. De allí su importancia. Pero, visto de cerca la cosa es sencilla. Su complejidad está en otra parte, no en su naturaleza.

El petróleo es una mercancía. Materia prima. Bien primario. Extractivo. Pero mercancía. Por tanto, sujeto a todas las determinaciones inherentes a un bien que se produce para el cambio. Sin embargo, hay determinaciones en torno de esta riqueza que la hacen peculiar. Una de ellas es que reviste una gran importancia para el funcionamiento del proceso de producción y de trabajo del aparato productivo mundial. Además, es materia prima para un número ilimitado de derivados y mercancías. De allí su importancia estratégica.

El proceso de producción y de trabajo para la obtención de petróleo, como en la producción de cualquier mercancía, se inicia en la esfera de la circulación. En el mercado se obtienen los medios y la fuerza de trabajo. En Venezuela contamos con la fuerza de trabajo, no así con la totalidad de medios. Los fundamentales no son producidos en la economía nativa. Uno de los rasgos de la dependencia.

El valor de cambio de la mercancía en cuestión, de esa riqueza primaria que sale al mercado, está en correspondencia con el tiempo de trabajo socialmente necesario para su producción. Lleva el acumulado de la fase de exploración, perforación, hasta llegar a la extracción y distribución, hasta ser colocado en el mercado a un precio muy por encima de su valor. Así, la superganancia obtenida es el resultado del precio que adquiere la mercancía en cuestión, producto, hasta ahora, de determinaciones que empujan la presión de demanda sobre la oferta.

Así, siendo el petróleo una mercancía como cualquier otra, la complejidad, desde el punto de vista estrictamente económico, la encontramos en su realización. Más específicamente, la encontramos en los vaivenes de su precio. Sin embargo, resultan realmente extraordinarios los procesos de producción de la industria que gira en torno suyo. Procesos mucho más complejos desde todo punto de vista y cuyos precios sí se aproximan a su valor.

Luego, en el caso de la materia prima en cuestión, como toda mercancía, el precio oscila en torno de su valor de cambio. Luego, mayor presión de demanda conduce a la elevación de su precio por encima de su valor. Así, hasta obtenerse superganancias históricas, como en el caso que nos ocupa. A momentos, su precio cae estrepitosamente, sobre todo cuando el imperialismo se concierta para tales efectos. O bien, algún imperialismo con la suficiente fuerza. Cuando la oferta se incrementa de manera desmedida, por aumento de la producción de uno u otro oferente, o cuando cae la demanda como resultado de alguna recesión, el precio cae, hasta situarse en torno de su valor. E incluso por debajo.

Los tiempos que vivimos, en ese sentido apunta en la dirección indicada en las últimas líneas. La crisis cíclica mundial, atemperada a punta de especulación y tasas de interés próximas a cero como mecanismo de apalancamiento financiero, ya se viene anunciando de manera clara. Con todo y una ruta una franja, el proyecto estratégico chino para ampliar el mercado en torno suyo, la economía china, nuevo motor de la economía mundial, se viene resintiendo. Trump apuntala esta perspectiva con la ofensiva proteccionista.

En este contexto, de elevación de la pugnacidad imperialista, la cuestión petrolera adquiere mayor relevancia. Tanto, que Estados Unidos se ve obligado al incremento de la producción de petróleo mediante el proceso de fracturación hidráulica. No paran mientes los estadounidenses en las consecuencias sobre su suelo. La destrucción de amplias extensiones de tierras cultivables no detiene la voracidad explotadora del crudo. Buscan los gringos alcanzar la autonomía en la materia o, en el peor caso, reducir significativamente su dependencia de la importación. Rompe con el principio según el cual se deben gastar las reservas de cualquier recurso en países distintos y preservar las propias. Así, a pesar de que producen a pérdida, junto con Arabia Saudita y Rusia, han alcanzado la supremacía mundial en la producción del crudo. Meta alcanzada a costa de descargar en la sociedad estadounidense el costo social que representa el financiamiento con base en recursos otorgados a cero por ciento de interés.

Luego, a la presión de demanda por el crecimiento económico, se agrega la lucha interimperialista por el control del mercado. Proceso lleno de bemoles. Ciertamente el petróleo tiende a ser sustituido como principal fuente de energía. Esa tendencia, cuyas manifestaciones son cada vez más claras, debe ser tomada en cuanta a la hora de definir la política petrolera.

El patrón energético para el transporte individual, colectivo y de mercancías, no ha sido superado, dadas las limitaciones que imponen los intereses en juego. Sin embargo, el desarrollo de las fuerzas productivas se va abriendo paso en medio de las contradicciones inherentes del capital en la fase imperialista. A las grandes corporaciones del petróleo y de los automotrices, no les conviene que sea superado el patrón energético, pero ya las grandes casas de la industria en cuestión, pasaron de la fase de producción de prototipos de carros eléctricos e híbridos a la producción a una escala que supone varios millones de autos en el mercado. Tendencia que pudiese ser exponencial en los próximos años

El freno al desarrollo en mayor escala de los vehículos eléctricos e híbridos, obedece a los intereses de las grandes corporaciones del petróleo y las automotrices toda vez que supone un proceso de reconversión radical. Esa es una expresión de la descomposición capitalista. De que la etapa imperialista frena el desarrollo de las fuerzas productivas. Contándose ya con los principios que permitirían dotar los automotores de fuentes energéticas de nuevo tipo, por ejemplo los motores de hidrógeno, su producción se ve limitada.

De allí que no basta con definir que es necesario elevar la producción sacrificando precios. Es imprescindible, si partimos de un sentido nacional, apuntalar la diversificación a partir de las ganancias extraordinarias que se obtienen de la venta del crudo.

Por lo que aquello de sembrar el petróleo, frase que se considera genial, refleja su importancia para el desarrollo hoy más que nunca. Cuestión que no ha sido asumida por quienes han gobernado al país en ya más de un siglo.

No es gratuito que se reitere la perogrullada de que Venezuela debe seguir siendo un país petrolero. No es ingenua. Se busca apuntalar la misma tesis chavista de que podemos vivir del petróleo, por lo que se descuida la diversificación y ni se sueña con las posibilidades de una revolución industrial.

Las circunstancias antes indicadas, corroboran que la salida para la crisis general venezolana debe ser radical. Una salida negociada, una transición que hace impune el saqueo que sufrió Venezuela, cuando menos resultará incomprendido por la gente que día a día se resiente en sus condiciones de vida. Grosera sería también una concertación donde se profundiza la misma política de entrega y de freno al desarrollo de nuestras fuerzas productivas.

La perspectiva que debemos apuntalar debe tener como meta la diversificación del aparato productivo hasta alcanzar la revolución industrial. La economía petrolera y minera debe estar al servicio de ese objetivo.

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