El poder del pesimismo activo en tiempos de desesperanza

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La agudización de la situación social, política y económica no favorece precisamente al optimismo, esencialmente cuando de esta actitud hacen gala los responsables del Gobierno, quienes un día sí y otro también exhiben sus carencias para afrontar la dura realidad y luchar contra ella con coherencia, inteligencia y generosidad. Muy por el contrario, la improvisación, la negación cínica de sus propios actos, la queja victimista culpando a otros, ya sean rivales políticos o complots internacionales, los alejan de la solución de los problemas.

Este infantilismo que impregna nuestra vida política y que afecta a todos, más preocupados por conservar o conseguir el poder a corto plazo que velar por el bien general de los habitantes a mediano y largo plazo; en fin, las cifras y la realidad concreta de millones de venezolanos, todo ello nos inclina a actitudes pesimistas. Fernando Savater consideraba que la desesperanza no resuelve nada por lo que es mejor “ser un pesimista activo”, con la desesperanza se tienen dos caminos: uno es saltar desde lo alto de un edificio y el otro es actuar, hacer las cosas.

Hago este artículo con base en una clase del Dr. Johan López, de la Escuela de Comunicación Social de la UCV, quien recientemente nos habló del “pesimismo activo”; lo entendí como la necesidad que tenemos de luchar contra una realidad que no ignora el mal ni el dolor, pero que no lo considera nuestro único destino y que apuesta por una acción racional, es una valiente forma de sobrevivir a la desesperanza.

Un pesimismo activo respecto a las dificultades y a la complejidad del entorno nos protege del peligro de un optimismo irracional, de una “felicidad fatua e inmediatista”. Hay un tipo particular de pesimista, el “pesimista activo”, que lleva este pensamiento negativo a un nivel completamente nuevo y realmente lo aprovecha como un medio para alcanzar sus objetivos. La investigación ha demostrado que esta forma de pensar no solo puede ayudarnos a tener éxito, sino que también puede traer recompensas inesperadas. Sin embargo, la otra forma principal de pesimismo, que implica simplemente culparse a sí mismo por los resultados negativos, tiene menos efectos positivos.

A pesar de la reputación optimista de los venezolanos, casi tres cuartas partes o más de los adultos somos pesimistas sobre el futuro de nuestro país. Décadas de investigación científica han determinado que el pensamiento positivo no siempre ha sido tan positivo. En algunos casos, a los pesimistas les va mejor que a aquellos con una disposición más despreocupada. El optimismo también puede estar vinculado a menores ganancias. Un estudio de datos en los hogares encontró que a lo largo de dos décadas, estos ganaban aproximadamente un 25% menos que sus pares pesimistas. Tal vez, se deba a que una actitud optimista nos deja confiados y puede generar desilusión. Abrazar el pesimismo activo también puede tener beneficios sociales. Entonces, ¿cómo podemos sacar el máximo provecho a una mentalidad de vaso medio vacío?

En la década de 1980, dos investigadores de la Universidad de Michigan describieron una estrategia que denominaron “pesimismo defensivo”, mediante la cual las personas aprovechan su ansiedad. Un par de estudios de seguimiento mostraron que estableciendo bajas expectativas y visualizando los peores escenarios posibles, los pesimistas defensivos optimizaban su desempeño en una variedad de tareas, desde problemas matemáticos hasta el cumplimiento de objetivos de la vida real. Este enfoque también podría funcionar en nuestra vida cotidiana. Un estudio de 30 años de más de 10.000 alemanes encontró que los adultos mayores que habían subestimado su satisfacción en el futuro, tenían menos probabilidades que sus pares optimistas de terminar discapacitados o morir prematuramente.

El pesimismo activo no es exactamente una estrategia nueva, los estoicos estaban instando a “la premeditación de los males” hace unos 2.300 años. Aún así, puede ser hora de revisar una vieja máxima: Olvídate de esperar lo mejor. En cambio, concéntrate en prepararte para lo peor.

El pesimismo no es solo acerca del pensamiento negativo. La ciencia de la personalidad ha revelado que también incluye un enfoque en los resultados: eso es lo que esperamos que suceda en el futuro. ¿Cuántas veces nos han dicho que algo grande sucederá mientras creas que es posible? Desde los libros de psicología hasta los seminarios y blogs de autoayuda, hay una gran expectativa en torno a las ventajas del pensamiento positivo. Y ciertamente hay algo de evidencia detrás de esto: una gran cantidad de trabajo científico sugiere que ser optimista genera una cantidad de recompensas positivas, que incluyen una mejor salud y bienestar. Entonces, ¿ser pesimista es algo tan malo? De hecho, las últimas investigaciones sugieren que algunas formas de pesimismo pueden tener beneficios.

En este sentido, propongo que la necesidad de que la preparación gobierne nuestras visiones de las perspectivas futuras. La preparación es un estado objetivo para responder a resultados inciertos. Incluye estar preparado para posibles reveses en caso de que ocurran, pero también estar preparado para aprovechar las oportunidades cuando surjan.

En la mayoría de las circunstancias, el optimismo sirve mejor al objetivo de la preparación al organizar los pensamientos y la actividad en torno a la búsqueda de objetivos, la persistencia y la adquisición de oportunidades y recursos. El optimismo fomenta una mentalidad positiva para enfrentar los desafíos con la confianza que se puede tener éxito. Sin embargo, en otras circunstancias, un cambio pesimista cumple mejor el objetivo de la preparación al dirigir los pensamientos y las acciones hacia la evaluación y la respuesta a los cambios en el entorno local.

Por supuesto, cuando la crisis ha pasado o los peores escenarios se vuelven menos graves, los cambios hacia el optimismo también pueden servir a la necesidad de preparación al dirigir la energía hacia el logro de metas. Una de las razones de nuestra crisis se encuentra en nosotros mismos. En hacerlo todo una broma y en lo festivo intrascendente. Estamos en el punto en que nos hace falta confrontarnos con la realidad y por eso debemos apoyarnos en el “pesimismo activo”, que nos permita pensar siempre en lo peor, para actuar y trabajar en evitarlo, construyendo así una mejor realidad.

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