En buena medida esa es la base de la política del régimen chavista. Todo vale para mantenerse en el poder. Pero lo de la cuestión eléctrica rompe sus propios récords. Si no hubiese sido tan alertada y prevista la crisis eléctrica, la cosa a lo mejor habría puesto a dudar a más de uno.
Pero la primera gran mentira es aquello del socialismo. El revisionismo (socialismo de palabras) tiene una historia muy larga. Este es un nuevo episodio. En Latinoamérica, el más vulgar. Iguala las experiencias africanas en cuanto a lo procaz. Pero es mucho más creativo. Además de que cuenta con el apoyo de las grandes potencias imperialistas que, juntas, resumen el bloque hegemónico a escala planetaria.
Con el mayor desparpajo el régimen propaga una mentira flagrante que pocos son los que de sus filas creen. Además, practica aquello de que “más vale una mentira que no pueda ser desmentida, que una verdad inverosímil”, acuñada por los nazis en su oportunidad.
La «guerra contra la planta eléctrica venezolana»
En su extraordinario artículo, La apocalíptica amenaza electromagnética, el doctor Paulino Betancourt, demuestra, con rigor científico e histórico, que el ataque cibernético y electromagnético, resulta una mera ficción, en abstracto. En el caso que nos ocupa, resulta una fábula eso de que ha sido usado por fuerzas imperialistas para sabotear el sistema eléctrico del país. Sin embargo, eso no parece hacer mella en la respuesta irracional del chavista fanático.
En la historia del siglo XX el extremo de este tipo de circunstancias ocurrió, en el pensamiento nazifascista de Alemania. Fueron muchos los alemanes que aplaudieron la política del expansionismo germano. También del exterminio de poblaciones enteras. De la brutal represión. Otros se hicieron de la vista gorda. Voltearon para no ver. Ya derrotado el III Reich, fueron muchos alemanes los que negaron haber sabido nada acerca de la barbarie que supuso el asesinato de más de 23 millones de soviéticos, y la intención del exterminio, principalmente, de los judíos, los comunistas, socialdemócratas, los gitanos, entre otros. Otro tanto sucedió en la sociedad japonesa. Parecen no haberse enterado del exterminio de millones de chinos, particularmente de la Manchuria, y en general de asiáticos por parte de las tropas niponas. Algo de eso dejó la dictadura pinochetista, o de Videla en Argentina. Más de uno volteó la mirada. En Venezuela ya sucede. Uno que otro fanático no ve nada. No sabe de torturas, desapariciones, asesinatos de jóvenes. Otros, simplemente lo justifican. Se vale para defender la “revolución”. En el período bipartidista algo de eso hubo también. Con el apagón, repiten la propaganda gubernamental. Muy bien llevada, por cierto. Un bombardeo permanente, contando con el control férreo de los medios de comunicación.
La propaganda chavista al respecto hace lo que corresponde para afianzar este estado de conciencia. Se han hecho expertos en la materia. Cuentan con una facultad cada vez mejor trabajada para la mentira o, al menos, crear la duda en relación con los hechos, sobre todo cuando las evidencias los colocan al desnudo.
Dignos continuadores de la propaganda fascio. La quema del Reichstag, en 1933, cuatro semanas después de la asunción de Hitler como canciller, es un claro ejemplo de una operación de falsa bandera. A partir de ese hecho ejecutado por los nazis, se justifica una cruenta y amplia represión contra el Partido Comunista Alemán, la ejecución de un militante comunista como “responsable” del incendio y el juicio, entre otros, de Jorge Dimitrov. Luego, el 9 de noviembre de 1938, producen la primera gran matanza contra los judíos, durante la llamada «Noche de los Cristales Rotos» (Kristallnacht). Miles de sinagogas, comercios y viviendas de judíos fueron destruidas. El argumento: la acción individual de un judío contra un funcionario alemán de su embajada en París.
Hay frases de Joseph Goebbels, que son emblemáticas y nos ubican en lo que vivimos. Aquella de que “una mentira repetida mil veces se convierte en verdad”, sintetiza la perspectiva irracionalista. Pero es apenas la más específica. Realmente este tenebroso personaje nazi logra crear un compendio de lo que debe ser la propaganda y la política sustentada en el irracionalismo.
Así, “Cargar sobre el adversario los propios errores o defectos, respondiendo el ataque con el ataque, complementa lo que sucede en Venezuela como respuesta chavista a lo del apagón. «Si no puedes negar las malas noticias, ‘inventa otras que las distraigan’», es otra de las variantes.
Eso no significa que los chavistas hayan leído y copiado a Goebbels. Esa coincidencia es el resultado de las tendencias en el terreno de la propaganda y de la política, como expresión de los principios de la ética que les guía.
El fariseísmo y la mentira se convierten en la columna vertebral de la política chavista. Más en general, de la política sustentada en el irracionalismo. Es una tendencia siempre presente en la política burguesa. Tendencia que alcanza su máxima expresión en los regímenes fascistas o de tendencia fascista como el caso que nos ocupa.
El capitalismo se sustenta en una mentira. La explotación del obrero se esconde en la tesis según la cual la remuneración, el salario, es justo su trabajo. Todo pensamiento económico burgués busca esconder lo real, que solamente se le paga nada más que lo requiere para reproducirse. El trabajo necesario para reproducirse. El trabajo excedente del nuevo valor agregado por el obrero, es apropiado «legítimamente» por el dueño de los medios de producción.
Así, la mentira, es un sustento del pensamiento en torno de lo más genérico de la sociedad. Esto es, la reproducción en la conciencia del hombre en la sociedad capitalista, contando con la hegemonía de los medios de comunicación, la ideología dominante establece que, en la producción de los medios de vida, al obrero se le remunera justo su trabajo. En las democracias burguesas en las cuales existe una relativa libertad de prensa y expresión, se permite al menos poner en cuestión la mentira sobre todo en los espacios universitarios, sindicales, entre otros. Pero en los regímenes fascistas, buscando hacer más eficaz el control y sembrar el irracionalismo, se alcanza la máxima expresión el uso de la mentira para esconder la realidad.
La perspectiva que le brindan a Maquiavelo la adecúan a esta retorcida ética de hacer cualquier cosa con tal de sostenerse en el poder. Lo que explica la entrega del país a otras potencias imperialistas, cuyos principios en nada distan del estadounidense. Las riquezas venezolanas han sido subastadas e hipotecadas a los nuevos amos. Pero también da respuesta a la represión desatada, que ya no deja hito alguno a ser superado de lo hecho en el período bipartidista. En materia de tortura hacen gala de nuevas técnicas que dejan mal parada a las usadas en el pasado. Qué decir del asesinato de jóvenes en las manifestaciones. Los 36 estudiantes asesinados durante el primer Gobierno de Caldera es una cifra ampliamente superada. Mientras, Cantaura y Yumare resultan emblemas pisoteados por quienes, desde el régimen, rememoran sus fechas.
La salud mental
En el libro El nazi y el psiquiatra, escrito por el periodista Jack El-Hai, ganador del Premio June Roth Memorial para Periodismo Médico, podemos apreciar una conclusión interesante. Su tarea principal era evaluar a 22 presos nazi, principales responsables de crímenes de lesa humanidad, para el juicio de Nüremberg. El paciente “preferido” del psiquiatra militar Douglas M. Kelley, Hermann Göering, es una clara demostración de que no es requisito que exista patología alguna para llegar a la convicción de una medida tan criminal como la solución final, la concentración de fuego aéreo sobre población civil, cuyo emblema lo encontramos en Guernica (España), pero que dejó millones de muertos en suelo soviético. El fanatismo, en cualquiera de sus vertientes, puede llevar a esta circunstancia.
No pensemos entonces que los cabecillas del régimen sufran de alguna patología que los explica. Seguramente gozan de sanidad psicológica para ser juzgados.
Claro, el fanatismo, termina por estimular patologías. Les da vuelo. Les da aires para su realización. En el campo de la política es un asunto de relativa realización. Lo que no indica que sea la causa principal para actos genocidas y criminales en sus acciones.
En esto ayuda el alicaído posmodernismo. Su idea negadora de la verdad, de que solamente podemos hacer relatos de la realidad social, es una expresión del irracionalismo. O bien, que apenas alcanzamos una percepción de lo real. Metafísica que se desprende de la incomprensión de que la sociedad es una expresión concreta de la materia. Luego, su desarrollo también está sujeto a las leyes de la dialéctica y a las propias, en correspondencia con su manifestación y aplicación del método concreto que se corresponde con su naturaleza. Eso fue lo que permitió a Marx la formulación de las leyes del materialismo histórico y las propias de la economía, heredando los adelantos realizados por Smith y Ricardo, principalmente.
Esta metafísica alimenta el irracionalismo. Bajo la razón absoluta desde la perspectiva empirista, se aplica a lo social leyes y principios propios de las ciencias naturales. De allí el darwinismo social. Pero también el racismo.
Hay quienes afirman que esta política cala en los sectores menos cultos. Criterio a nuestro juicio erróneo, si nos ubicamos en la evidencia histórica. Alemania, Italia y Japón, forman parte de las naciones más cultas del planeta para la época de apogeo del fascismo. Los sectores medios fueron la base principal de estos regímenes. Y es que ese irracionalismo que se materializa en políticas y la propaganda correspondiente, puede encontrar en sectores cultos, elevadas escalas de realización.
Sirvan estos argumentos para enfrentar al chavismo con la verdad. Aunque en el camino cometamos errores, edifiquemos un futuro con base en la honestidad.
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